Nuestra Antigona, es una fiesta que no termina nunca, que recién acaba de empezar o que empezó hace años. El anfitrión, impoluto, con su séquito de perras acarreadas por sí mismas, que entre jadeos y cánticos, danzan lo que acontece a la vez que lo gritan como interrogante. Una Ismene frenética encerrada en su propio deseo-cuerpo. Un Hemón traslúcido, en celo. Un mensajero de la calle. Un Tiresias omnipresente, murciélago. Una Euridice reina de la noche. Y, Antigona, arrastrando la tragedia en su vestido.