Martes, 07 de Diciembre de 2004
La histérica son ellos (humor sublingual)
Adentrarse en el mundo de La histérica son ellos (humor sublingual) demanda por parte del espectador asiduo de teatro varios desplazamientos.
En primer término, un desplazamiento geográfico, dado que La Sodería no se encuentra erigida en los transitados circuitos habituales (léase calle Corrientes, Almagro o Abasto). Ubicado en pleno barrio de Belgrano, este espacio se hace merecedor de una presentación ante quienes se han acercado hasta allí, realizada por el propietario del mismo, momentos antes del espectáculo. O dentro del espectáculo, dado que desde ese momento se inicia el diálogo con uno de los actores (en off) y con el público, elemento que persistirá durante todo el desarrollo.
Este desplazamiento es consecuencia de la apertura de salas en diferentes barrios, mostrando una sana independencia respecto de los centros antes mencionados. En este caso la independencia es, tanto espacial como estética.
Porque el otro desplazamiento que deberá realizar el espectador asiduo, tiene que ver con lo que está acostumbrado a ver. Lejos de la experimentación con el lenguaje teatral en todos sus elementos (sea actoral, damatúrgico, escénico, etc.), la obra que nos ocupa apela al humor directo, administrado en sketches que giran en torno a una temática simple: las relaciones sentimentales entre hombres y mujeres.
La histérica son ellos… se a apoya en dos pilares para conseguir entretener al espectador. Por un lado, Montenegro, personaje – rol que funciona a la manera de cabeza de compañía, quien hace un extenso monólogo inicial de cara al público, con quien interactúa constantemente, demostrando un excelente manejo de este factor.
Por otro lado, la administración conciente de recursos ligados a lo televisivo. Tanto los gags, como las situaciones y hasta el cuidado vestuario, conforman un catálogo lingüístico – estético, cuyo basamento ideológico es cierto saber popular constituido por dichos, frases y creencias comunes que, merced a su diaria circulación por los cinco canales (multiplicados al infinito cable mediante), deberían identificar a todos los argentinos. No queremos con esto decir que este caudal no forme parte o no haya formado parte alguna vez de la escena teatral, sino que, su fuente de alimentación y retroalimentación permanente es el lenguaje televisivo y sobre todo, el espectador educado como televidente y conocedor de los códigos de humor que este medio maneja. El mismo Montenegro lo manifiesta, cuando afirma que envió varios vídeos de la obra “a Tinelli”. La histérica son ellos… administra este repertorio de manera efectiva.
La obra se plantea como un divertimento ideal para aquellos más cercanos al control remoto que a la boletería o para aquellos espectadores más afectos al teatro que deseen “correrse” de los lugares habituales.
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