El último

Dos personas se vinculan afectivamente movilizadas por distintas carencias: una tiene dinero, la otra lo necesita; una se siente libre, la otra reclama contención. El afecto como mercancía configura un campo fangoso en el que nada bueno podrá crecer y la fatalidad no tardará en instalarse.


La pieza intenta diseccionar algunas formas de entender el amor. Balbucea sobre la violencia en un territorio que reclama visibilidad, y expone la mercantilización del deseo en un contexto de capitalismo salvaje, aplicaciones de encuentros, urgencias sexuales y mucha soledad.

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