Una madre y una hija. Natalia y Marianela. Ambas son tucumanas. O mejor dicho, en su país eran tucumanas. En un pueblo de Castilla al que llegaron arrastradas por el amor de Natalia hacia un italiano del que nunca más se supo, son sólo argentinas.
Una chica enamorada. Un chico ciego de nacimiento. Marianela y Pablo. Un ciego que nunca vio pero que reconoce el mundo por sus texturas, voces, olores y sabores. Una oftalmóloga de la capital que jura poder hacer el milagro: devolverle la vista. Pablo y Chabuca.
La madre, la hija, los enamorados y la oftalmóloga protagonizan un melodrama construido sobre la búsqueda de un lugar en el mundo, la fragilidad de las relaciones y la capacidad esclarecedora de la distancia. Sobre el amor, la tierra y la vista. O sobre la falta de cualquiera de las tres cosas.
El director argentino Pablo Messiez presenta una pieza que entronca con sus anteriores trabajos: la sencillez escenográfica, su particular visión -entre la comedia y la tragedia- de lo cotidiano y la hegemonía en escena del texto y el trabajo actoral.