Hernán Carbón dirige Top top top un espectáculo unipersonal de clown protagonizado por Marcelo Katz. Gracioso y tierno Top top top resulta un trabajo hondo con una dramaturgia sencilla. Partiendo de las relaciones familiares de Katz, el espectáculo tiene una mirada profunda sobre los vìnculos humanos, al tiempo que habla sobre el juego, la infancia y sobre cómo todo eso nos constituye como personas. Top top top se asienta, también, en el uso de proyección de imágenes, fotos que llevan al público a volar con los sueños del protagonista de esta historia, a conmoverse con sus deseos, a percibir su fragilidad. En esta entrevista Hernán Carbón comparte el desarrollo del trabajo y abre su rico universo que, mixturado con el de Marcelo, creó este potente y bello mundo.
-¿Cómo empezó todo esto?
-Marcelo me convoca y me dice: “Tengo ganas de hace un unipersonal. Lo único que sé es que quiero trabajar con mi familia, que la temática sea la familia”. Empezamos a investigar. Él había traído una frase que hoy está en el espectáculo, un punto de partida súper claro. Me dijo “No sé cuándo me peleé, pero todavía no me amigué”. Se refería a su padre. Así que empecé a indagarlo en los ensayos. Primero armamos la figura del padre, que era donde había más conflicto y más material. Al comienzo hablábamos más del padre y de la madre. Estaba bueno, pero quedaba corto. Le propuse investigar en la relación con sus hermanos: cómo se daban los vínculos, qué rol ocupadaza él, cómo era visto en ese trío. Hicimos mucho ensayo, mucha escritura y mucho de él poner el cuerpo y yo tomar lo que servía. ¡Desechamos tantas cosas! Tantas que con todas ellas podríamos hacer otro espectáculo. No todo lo investigado tuvo que ver con la familia pero sí con el universo de él. Cuando empezaron a estar más claros los relatos (yo desde el principio quise trabajar con imagen, poder presentar a los personajes en lo visual, en la pantalla) me empecé a decir: “OK. Todo bien, pero ¿qué me importa la historia con la mamá y el papá? ¿Qué le pasa al clown?”. Necesitaba ver no sólo lo afectivo, sino lo que le sucedía en el alma, qué le pasaba con todo eso. Hay algo que siempre me llamó la atención, desde la adolescencia, que es la comparación que yo hacía de mis viejos con los viejos de mis amigos. Siempre tuve esta frase interna de “a mí me hubiese gustado que mi mamá tal cosa, que mi papá tal cosa “, en relación a cómo veía que se desarrollaban mis amigos o los viejos de mis amigos con respecto a sus hijos. Y yo decía ”¿Por que yo no tuve tal o cual cosa?”. Entonces le propuse a Marcelo hablar de lo que nos hubiese gustado, además de hablar de lo que fue. De este modo abrimos el juego. Empezamos a trabajar sobre aquello que nos había tocado y aquello que nos hubiese gustado que nos tocara y sobre cómo nos llevábamos con eso. Todo, lógicamente, muy vinculado al universo de su familia, con algunas realidades y otras no tanto. Hay propuestas de Marce y otras que son inventos míos y están insertados, como por ejemplo el recurso de tachar la foto del padre porque está enojado con él.
-Ese recurso audiovisual de proyectar en la pantalla las imágenes del padre, la madre, hermanos, sueños, deseos, casas anheladas, amigos, genera en el espectador la sensación de “me imagino algo y puede ser, todo lo que quiero jugar puede ser”. Y eso toca la sensibilidad. Es algo así como “se me prendió la lamparita” y de inmediato el espectador ve lo que el clown está viendo, sus deseos, sus afectos.
-Sí .Tiene algo súper inocente. En el caso de tachar con marcador al padre, algo que la tecnología permite hacer en la pantalla, es como hacerle burla a cualquier figura con la cual uno no está muy conforme. Es algo cotidiano que suele hacerse con los afiches en la calle. También surgió de un deseo de Marcelo de poder llevar el espectáculo a Europa y a otros lugares, ya que estos recursos pueden ser leídos en cualquier lado. Sin embargo, en relación a la temática no sé, ya que hay cuestiones muy porteñas que no me imagino cómo pueden ser interpretadas en otros lugares: el Hospital Fernández, por ejemplo, la importancia del Delta del Tigre en la vida Marcelo?
-Sí. Al mirar el espectáculo, dado que se hace mención varias veces al amor de Marcelo por el Delta del Tigre, recordé una entrevista que le hice una vez en su estudio. Allí vi que tenía plantadas unas cañas. Él me explicó que las había traído del delta y que durante mucho tiempo no crecían y que incluso le habían augurado que nunca crecerían. Pero finalmente crecieron?
-El es un fanático del Delta. Yo le insistí mucho con trabajar con cosas que realmente le dieran un poder porque eran muy positivas o bien muy negativas. Yo no quería que fuera algo a medias, sino que deseaba ir a un lugar potente para el artista. Quería profundizar más que en espectáculos anteriores. No sé si me salió, pero eso es lo que busqué. Quise darle una vuelta en relación a lo pasional. Creo que el clown es un personaje muy pasional. No puede trabajar con el “más o menos”. Siento que en Top top top hay momentos súper logrados que están buenísimos (los veo y me emociono) y otros más tranquilos.
-Supongo que habrá sido un peso dirigirlo a Marcelo Katz, que es maestro de clown.
-No me enrosqué mucho con eso. Con toda mi humildad, sentí que él estaba necesitando algo de mí. Y celebramos eso. Fue re fácil trabajar con él. Por otro lado, como no soy alguien riguroso ni tengo mal humor, a veces me costaba negociar con Marce ciertas cosas. Pero no me enrosqué con el peso de que era Marcelo Katz
-Lo pregunto más que nada porque como él es director, puede llegar a ser difícil dirigirlo.
-Hay algo de eso. No porque sea director, sino porque muchos actores a veces nos cerramos. Igual me pasa algo muy concreto que tiene que ver con el clown. Como el clown es tan personal, el hecho de que alguien te dirija tu propio sentir o tu propio imaginario es raro. O te tiene que conocer mucho la otra persona o tenés que ser un instrumento de algo que escribió el otro y aceptar.
-¿Y ahí en qué punto interviniste? ¿Dónde estuvo tu mano?
-Fue un trabajo totalmente a la par. Escribimos juntos, hicimos juntos el espectáculo. Lo único en donde no soy tan dueño es en el hecho de que ése no es mi papá, aquella no es mi mamá. Es la familia de él. Pero siento que hay un gran aporte de los dos. Yo lo podría hacer con mi familia. Cambiarían algunos textos, pero sería posible. Mi mirada está puesta en la conexión con los vínculos, en traer a los seres queridos al escenario, evocarlos, mostraros y llenarse de eso. Mi mano está en lo profundo del relato. Veo allí también mi universo.
-¿Por qué te parece que no se restringe a la familia de él?
-Porque como dice el slogan que elegí “Todos tenemos una familia o algo parecido”. Todos tenemos personajes que se nos cruzaron en la vida. Algunos nos hicieron mucho bien, algunos no tan bien y otros nos hicieron mucho mal, pero desde ese mal también nos enseñaron a crecer. Es imposible zafar. Cada uno conecta con alguno de esos personajes y, sobre todo, con la infancia. Lo que me encanta de Top top top es que, sin ser un espectáculo para niños, propone conectarse con el niño de uno. Por eso también el universo que se propone es una gran maqueta de juego, un gran tablero que a mí me hace acordar a que cuando era chico deseaba tener estaciones de servicio que eran carísimas. Nunca las tuve. Recuerdo que tenían palanquitas para subir el auto y hacerlo arreglar y también muchas rampas, mucho mecanismo que me encantaba. Le propuse a Marcelo hacer una maqueta y crear esto. En un principio iba a ser todo audiovisual y era carísimo. Se me apareció, entonces, la idea del personaje en calle Florida que estaba con el lorito y te sacaba una tarjetita. Cuando yo era chico flasheaba con eso. “¿Por qué no -me dije- un personaje medio antiguo (por eso está vestido así) como en un traje que le queda chico, vestido en tonos de marrón? Para mí eso implica evocar la infancia y el niño de todos nosotros. Es decir, no sólo el niño de Marcelo, sino el de todos aquellos que vemos el espectáculo. Permanentemente están en Top top top el presente y el juego como base y estructura.
-Se supone que el juego está en todos los espectáculos de clown. Acá, sin embargo, está casi tematizado. Incluso hay una decisión de crear mecanismos que reproduzcan pistas de tren, barquitos que navegan, de llevar a fondo esta decisión de jugar.
-Sí. También, en un momento, le dije a Marcelo de hacer una kermés. Era otra de las cosas que me encantaban de chico. Mi vieja me llevaba a la kermés. Y yo sabía que a él le encantaban esos universos. A ambos nos atrajo recuperar el juego. Durante los ensayos hicimos miles. Esto tenía que ver con volver a conectarse con el hecho de jugar. “Somos grandes, pero juguemos”, pensábamos. También tiene que ver con él, que es re juguetón. Como lo conozco mucho, sabía que este universo le encantaba. En cuanto a mí, recuerdo que cuando era chico, en los ’80, en mi casa se miraba Calabromas por la tele y en las pausas pasaban propagandas de chiches carísimos que me encantaban y que, por el precio que tenían, nunca iba a poder tener. No sé si eran tan geniales, pero yo los veía así. Y para mí el clown nos abre la puerta a crear todo aquello que alguna vez uno quiso y no pudo. Por eso el proceso de trabajo de este espectáculo también tuvo horas y horas de imaginar cositas. Y después ir y contarlas a un escenógrafo para que las realizara. Fue un lugar de encuentro entre nosotros dos. Estuvimos horas imaginando, con prueba y error, tratando de conseguir material específico para construir esas cositas.
-¿Cómo armaron estructuralmente la dramaturgia?
- Se fue acomodando sola. Hilvanamos el material. Para mí los personajes más importantes eran la madre, el padre y él. Me importaba la simpleza. Creo que hay que aprender a no complicársela, a ser simple. Sobre todo en los espectáculos de clown, cosa que no es fácil. Si bien ya dirigí varias veces, en otras ocasiones fui convocado a hacer la puesta, la dirección actoral. Esto, en cambio, implicó escribir, intentar, equivocarse, etc. Probamos muchas estructuras hasta que llegamos a esto, que resultó simple. Cayó de maduro.
-En Top top top uno oscila entre la risa y lágrima (no la congoja, pero sí la emoción profunda) ¿Tiene que ver con el género clown?, ¿con vos?, ¿con el tono que quisieron darle? No todos los espectáculos de clown son así.
- Tiene que ver con un deseo nuestro. Me encanta la risa pero también que la gente reflexione sobre su vida y que el clown genere un punto de vista sobre las cosas. Me gusta que se comprometa con el punto de vista. Y para eso uno apela a lo poético o a lo emotivo. Para mí los buenos payasos siempre van a pasar por un lugar de quiebre, Algunos se emocionan y otros no. Aprendí mucho de mi maestro Gabriel Chamé Buendía. Su unipersonal me hizo morir de risa, por momentos, pero mucho más me hizo pensar sobre la vida misma. En cambio fui a ver otras propuestas, que tenían secuencias muy buenas, pero con las que a mí no me pasó nada. Habiendo tanta falta de contenido, en la televisión sobre todo, ni loco me pongo a hacer algo así.
-¿Creés que el clown sigue siendo un género un poco subestimado en el mundo del teatro?
-Creo que sí, pero que cada vez está ocupando un lugar más interesante. Se lo subestima un poco al decir que es infantil (y no lo es), pero que cada vez se lo comprende un poco más.
-¿Qué te desarrolla entrenarte en clown?
-Para mí el clown tiene un estar en escena cien veces más abierto, un despertar donde ve más cosas. Y es por la conexión con el presente que te pide este trabajo. Ver permanentemente donde hay posibilidad de teatralidad, de conflicto, de sumergirse en una temática que amplíe. Por esto también a muchos de los actores que vienen a clases de clown les cuesta, porque suelen ser más estructurados. Estudiar clown les abre el campo.
-¿Qué satisfacción te dio dirigir este espectáculo?
- La satisfacción de poder hacer lo que a uno le gusta, de poder conectarse con el propio universo, plasmarlo y ponerlo en el escenario es un alimento impagable para el alma. Por otro lado, la satisfacción de que tu imaginario sea aceptado por el público es hermoso.